sábado, 1 de junio de 2013

Margeryt, fue mi culpa.

Cuando por fin me di cuenta, creí que era demasiado tarde. Dejé el coche en medio de la calzada, con las puertas abiertas y las luces encendidas. La puerta estaba abierta, no paraba de entrar y salir gente, oficiales de la policía, una ambulancia aparcada y sus luces parpadeantes. Los vecinos mirando, susurrando con sus escalofriantes voces. Era Margeryt quién se llevaba la camilla, no parecía ella con la cara desfigurada. No dejaban que entrara, no querían que viera lo que había detrás de esa puerta forzada, corrí hasta al lado de Margeryt, pero ella había perdido el conocimiento, entonces, Tom vino a por mi, me agarro fuerte y me abrazo, me dijo que todo iba a pasar. Yo aún no sabia la verdad. Conseguí deshacerme de los brazos que me agarraban e impedían que entrara. Mi primera imagen, fue un charco grande de sangre, y al lado, mis dos hijos. Margeryt no consiguió llegar al hospital. Este fue el fin de mi vida, la historia que nunca conté.

Al cabo de unos meses de vivir en la oscuridad de mi casa, de no haber tocado nada para así no borrar el recuerdo de ese día, y ver con mis ojos, lo que había provocado mi adicción al juego. Mi forma de castigarme por no haber estado ahí, cuando fueron a por mi. Decidí irme para no volver, y nunca volví, y nunca hablé con nadie más, me encerré en mi propio castigo a miles de kilómetros, la humanidad no se merecía mis palabras. Llenas de odio, y de tristeza, no podía aportar nada a esta vida. Suicidarme era demasiado egoísta, debía vivir hasta el final, recordando mis pecados.

S.A.

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